martes, 16 de octubre de 2012

SEPAMOS A QUÉ NOS ARRIESGAMOS CUANDO COMPRAMOS UN GATO EN UN CRIADERO CLANDESTINO

Hace menos de un mes falleció mi gato Oliver, de menos de seis meses de edad, un snowshoe precioso y súper cariñoso. Murió de un virus felino llamado PIF (Peritonitis infecciosa felina). Esta enfermedad, mortal para los gatitos y altamente contagiosa entre ellos, se contrae fácilmente al compartir el baño, la comida, el aseo a través de sus lamidas. Una vez contagiado, el virus puede mantenerse latente, pero en algún momento se muestra y a partir de ahí la muerte es inminente. Lamentablemente es un virus muy común en criaderos y gateríos, donde el hacinamiento de los gatos es alto. Mi gato fue comprado en un criadero. Por lo tanto, seguramente muchos otros gatitos en ese lugar estén contagiados también, y mucha gente ingenuamente los ha comprado como yo, y quizá tenga que pasar por la triste experiencia de verlos morir. Como si fuera poco, tengo otra gata, de 13 meses, una siamesa tabby atigrada, del mismo criadero, que está enferma también.

Todo esto lo cuento para dar conocimiento a aquellas personas que, al igual que yo hace unos pocos meses atrás, no tenían idea de nada de esto. Quizá debiéramos pensar en adquirir menos gatos de criaderos clandestinos, que no están inscriptos en ninguna asociación seria, y elegirlos en casas de familias, donde podemos entrar y ver a sus padres, a sus dueños, el aseo del lugar (¡el virus muere con la lavandina!), en criaderos reconocidos o simplemente
elegir uno de tantos gatitos que hay abandonados y librados a su suerte. El dolor cuando lo sabemos enfermo y luego presenciar su agonía y muerte, es terrible, aún tengo que ver llorar a mi hijo porque su gatito ya no está. A todo esto se suma la terrible frustración de sentirnos estafados porque nos vendieron un gato (en mi caso dos) enfermo, y que implicó un considerable gasto de dinero: compra del gato de raza, medicación: antibióticos, corticoides para los ojos en gotas, en pastillas, jarabes para la anemia, suero, consultas veterinarias, oftálmicas, análisis de sangre, etc, etc, etc. Absolutamente de nada de esto se hizo cargo la persona del criadero que me vendió los gatos (Valle Drake de Villa Urquiza y San Isidro, como publican en Mercado Libre).

Como el virus es difícilmente detectable en sangre, la única manera certera ciento por ciento de diagnosticar el virus, es post mortem. En mi caso decidí hacer la necropsia para estar absolutamente segura de que el gatito murió de PIF, y no acusar injustamente a nadie.

El informe dio positivo para PIF.

La necropsia fue realizada en el Hospital Veterinario de la Facultad de Ciencias Veterinarias, donde me han atendido de manera excelente, lo mismo que las dos doctoras que atienden a mis animales, quienes aún antes de ningún estudio ni nada, ya me habían dado una alta posibilidad de que la enfermedad fuera PIF.

Lamentablemente todos ellos acertaron.

Dejo mi mail para cualquier persona que necesite consultarme algo.

Viviana
Vimen21@hotmail.com

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